El lenguaje, en sus
propiedades esenciales y en la manera en que es
empleado, proporciona el criterio básico para determinar
si otro organismo es un ser con una mente humana y con
la capacidad humana para pensar y expresarse libremente,
con la necesidad humana esencial de hallarse libre de
las presiones externas de la autoridad represiva.
Noam Chomsky
Esta frase del eminente
lingüista estadounidense con la que Nicolás Bratosevich
presidió su obra ya clásica: Expresión oral y escrita,
producida en colaboración con su compañera de estudios y
numerosas trayectorias docentes, la profesora Susana
Cazenave de Rodríguez, le valió ser denunciado en el
primer año de la dictadura 1976/1983, por lo cual,
exonerado en sus diversos cargos, ejerció la docencia
durante esos siete años al margen del ámbito
institucional. Quienes lo frecuentamos en aquella época
supimos de su sentido de la dignidad y la solidaridad;
del modo en que supo priorizar el mal colectivo por
sobre los daños particulares que debió afrontar.
Egresado del Instituto
Superior del Profesorado “Joaquín V. González”- de la
promoción de Enrique Pezzoni, de Susana Cazenave, de
Leonor Frumento, de Fanny Schwarzberg…-, el profesor
Nicolás Bratosevich fue docente en absolutamente todos
los niveles de la enseñanza: maestro de grado, docente
de nivel medio, docente de nivel superior terciario y
universitario y también de posgrado. Esta trayectoria
docente en instituciones públicas y privadas (en el
Instituto del Profesorado “Joaquín V. González”, en la
facultad de Letras de la U.B.A., en la de Humanidades de
Rosario, en la Maestría en Ciencias del Lenguaje del
JVGonzález, en el profesorado de Castellano dependiente
del CONSUDEC…), ejercida con la entrega, el rigor y la
generosidad que lo vuelven inolvidable para quienes
tuvimos la ventura de conocerlo, fue paralela a una
tarea de coordinador de Talleres Literarios dirigidos a
talleristas interesados en la creación literaria así
como a futuros coordinadores de Talleres (en 2007, esos
Talleres – históricos- cumplieron 35 años de
existencia).
Se diría que dos rasgos
marcan fuertemente – y seguirán marcando en el recuerdo
vivo que de él nos llevamos- la persona de Nicolás
Bratosevich: por un lado, su sentido ético, reconocido
por gentes de edades y extracciones políticas e
institucionales diversas; por otro, el vínculo profundo
que supo (y quiso) establecer siempre entre su actividad
académica y la docencia. Parecería que para Bratosevich
el <saber> sobre la literatura era inseparable de un
<saber transmitir>, al tiempo que su gesto docente era
profundamente estimulante y provocador de búsquedas. Sus
producciones dan cuenta de esta postura que
necesariamente destacamos: recordemos sus insuperables
Castellano I, II y III, de la década del sesenta – Ed.
Estrada-; sus Métodos de análisis literario,
tomos I y II y su Taller Literario -Ed. Hachette-,
para nombrar sólo algunas de sus publicaciones.
Su paso por el Instituto
del Profesorado, remite a una presencia no muy continua
pero sí intensa: el dictado de Expresión Oral y Escrita
en diferentes carreras, desde fines de los años sesenta;
el de Composición en nuestro departamento: Castellano,
Literatura y Latín en los años setenta, hasta que fue
cesanteado. Además, poco antes de su jubilación, se hizo
cargo del Seminario ‘Teoría Literaria y Educación’ en la
Maestría (hoy Diplomatura) en Ciencias del Lenguaje, que
contribuyó a crear, como otros egresados salientes del
instituto.
Ojalá que, para quienes
no lo conocieron personalmente ni a través de sus
textos, esta mínima semblanza sea puntapié inicial para
un acercamiento a su persona; a su modo singular de
enseñar y de concebir el universo de la creación
literaria.
Prof.
Isabel Vassallo